El Club Ciclista Riazor › Foros › Marchas, brevets y competiciones Carretera › Randonneur › BRM 200 Pola Costa da Morte 2016: Mi crónica
Etiquetado: 2016, brevet, brm200, ccriazor, ciclismo larga distancia, randonneur
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8 marzo, 2016 a las 01:15 #491franferreiroParticipante
Algo debe tener una brevet para que el 75% de los inscritos no sellasen en el último control. Algo debe pasar cuando el 50% de los que salieron de Bastiagueiro no alcanzasen la meta.
O no. Quizás no haya nada raro, y simplemente esto sea duro de cojones.
La primera brevet del 2016 llegó rápido, con prisa, tocándonos el hombro para que no olvidásemos que ahí estaba y que ni se nos ocurriera desatender las tentaciones randonneurs. Pero es febrero y en el pecado está la penitencia. El tiempo va a dar guerra. Las previsiones dibujaban una perspectiva intimidante. Alguien preguntó si se iba a suspender la brevet.
En capilla al comenzar mi segunda temporada, lo poco que sabía es que eso no era una posibilidad, salvo que cayesen meteoritos o se anunciase una nueva Ley Seca. Y eso es precisamente lo que más me gusta: que se vaya a correr bajo cualquier circunstancia, y venga y Dios reparta suerte.
Mientras se desvanecen las últimas brumas nocturnas recuerdo el respeto que no debo perderle a esta brevet, que doscientos kilómetros son justamente eso, que aquí no vamos a correr aunque huyamos del sosiego. Vamos bien, hacemos ilusiones -porque de eso también se vive- al ver el cielo despejado.
-No estamos yendo muy rápido? – Pregunta Vicente, su primera brevet, cómodos, escudriñando el cuentakilómetros
Asiento, y él acelera y yo le sigo. Será que vamos bien. Queda claro que si jugamos con fuego no hay peligro, porque al sellar el primer control en Santa Comba comienza a llover.A llover bien.
Estaba en lo cierto la previsión, pero lejos de amedrentar con un escenario apocalíptico nos pone en el lugar que habíamos escogido. Aquí hemos venido a jugar, decían en los concursos de la tele al redoblar las apuestas, vestíamos ropa adecuada y bajo ella los corazones lo tenían clarinete. La lluvia y el viento deben ser tomados con precaución sobre la bici, avanzamos con serenidad, alegría y ritmo.
Muxía marca el segundo control, el ecuador de la brevet y el lugar donde se come con cierta relajación. No hay bicis aparcadas de los que vigorosamente nos precedían. Andrés y Sutton -que han venido a hacernos la brevet menos miserable- dicen que somos los primeros. Nada me apetecía tanto como echar un rato larguísimo en el bar, pero Vicente y yo decidimos que lo más sensato es emprender la marcha cuanto antes. Lo grueso del temporal acecha y tenemos la posibilidad de al menos intentar escapar de él. Además, estamos completamente mojados y no nos conviene permanecer estáticos ni aunque sea con cerveza sobre la barra.
Nos acompañan al salir José Antonio y dos chicos de Nosportlimit, siguiendo la costa rumbo Ponteceso. Carretera hermosísima, torrentes que del monte bajan al asfalto, copas de los pinos desdibujadas por la bruma que trae el mar. Uno de fuera se sorprendería de la cantidad de agua que en el mundo hay, porque está arriba, abajo, a diestra y a siniestra. Continuamos cómodos y ligeros, pasados los cien kilómetros es cuando la brevet comienza con la amenaza del tiempo empeorando.
Comienzo a desarrollar mecanismos psicológicos que en esto deben ser muy importantes y que cada veterano tendrá los suyos. Me funcionó el desear fuertemente llegar a un control para tomar varios cafés con sus gotas, la humanidad gallega vivió muchos años con ese combustible. En la villa natal de Pondal imagino que con su «non nos entenden, non» pensaba como un randonneur.
Es importante mantener estos divertimentos, toda ayuda a mantener la cabeza fría ayuda cuando por la carretera de Carballo los automovilistas también están muy preocupados por llegar rápido y escapar del temporal que cada vez arrecia más. El asfalto ya está realmente sucio y el viento que sopla de frente o de lado ni ayuda a limpiarlo más que lanzando porquerías a las ruedas. Esto ya se parece a una brevet! Pero la calma retorna pronto al recogerse en Laracha para que te abracen las arboledas bajo una carretera estrecha y poco transitada que anuncia la cercanía del último control. Aún en el Burgo sufrimos unas rachas de viento francamente impresionantes que casi nos llevan en un alto de semáforo. Quedaba cruzar el Puente Pasaje -santiguándose ante la posibilidad muy real de rachas terroríficas- para sellar poco después de las 1800 la última casilla y finiquitar la primera brevet de 2016. Que la pintaban muy mal pero resultó perfectamente ciclable para quien desease hacerla.
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