Los Alpes a 200 kilómetros de Coruña
Ocho riazores se desplazaron hasta la capital del Bierzo en la I Ruta del Socio en una actividad diseñada para salirse de los recorridos y perfiles más cotidianos del área coruñesa. Y menos mal que no vivimos a los pies de la carretera asfaltada más alta de Galicia, en un infierno de pizarra con puertos de 30 km de largo y desniveles de 1500 metros, collados aún nevados cuando tú piensas en ir a la playa, donde el aire es tan fino que cuesta más tomar resuello: podría llegar a gustarnos demasiado.
Tras un desplazamiento de menos de tres horas comenzamos a rodar suavemente bajo un cielo que intuíamos tornaría en despejado y con una temperatura suave que sabíamos dejaría de serlo cuando nos internásemos en las montañas que rodean la planicie. Los primeros compases de la cita transcurren llanos y rápidos y ya desde que dejamos atrás el núcleo de Ponferrada el paisaje estimula con arboledas frondosas y cursos de agua. Antes de darnos cuenta bordeamos el río Sil que acompañándolo a cada metro nos muestra imágenes que algunos solo habíamos visto en la tele veraniega bajo el zumbido de un helicóptero: gruesos quitamiedos pétreos, túneles trazados en otro siglo y vaguadas cada vez más fondas sobre ríos bravos.
Los primeros 30 km de esta ruta de 160 sirven para preparar el espíritu hasta que casi sin querer y pasado Puente de Domingo Flórez el asfalto pique hacia arriba y el alegre panorama del valle cambie por el gris páramo de Pena Trevinca.
Enfrentarse a un hors categorie como este Fonte da Cova desde Sobradelo exige buenas dosis de amor por el ciclismo y alguna de que el ciclismo tenga algo de estima por ti. Hablamos de unos 2800 metros a un 5% de media, con largos tramos del 10, algo francamente respetable que se hace realmente largo para quien pedalea con estupefacción ante la interminable pendiente. Sin embargo, es asumible para casi cualquier aficionado que acepte el reto.
Tras menos de tres horas tomándolo con calma y filosofía, la cima de Fonte da Cova regala vistas de la cercana Pena Trevinca y un frío horroso acomapañado de un viento hiriente. Pero el ser humano es maravilloso y allí puso un bar. E inventó el café.
Recuperando la compostura en la barra solo queda cruzar la puerta, sentir el viento cortar el rostro, subirse a la bici y dirigirse a la Baña, donde nos espera mantel y comida. De ello nos separa un descenso de 10000 metros para salvar 700 de desnivel, abandonando el páramo de montaña rápidamente.
Los diminutos pueblos de la comarca de la Cabrera no están muy habitados; hay perros enormes, muchos Land Rover y parece que cierta costumbre de ver pasar a gente en licra. En la Baña decir que recuperamos fuerzas puede sonar optimista, pero el grupo agradeció entrar en calor y comer cocina casera. Habíamos superado el ecuador de la ruta y la mitad de los puertos.
Los siguentes 20 km hasta Corporales son buena tregua por su perfil moderadamente llano, y recuperamos vistas menos épicas pero abrumadoramente bellas. Las canteras de pizarra dejan paso a prados y sus vacas. La presencia de tráfico rodado es testimonial, algo que se repite en toda la jornada.
Lo que viene ahora, la subida al Morredero Sur/Portillinos es una experiencia marciana. Otra larguísima ascensión desde un vergel hasta Mordor, menos distancia pero mayor pendiente y carretera mas estrecha. Comienza con flores en la cuneta y luego te ves rodeado, otra vez, de afilados cascotes de pizarra. La carretera ahí arriba, tienes que subir mucho el mentón para verlo. Cuesta algo más respirar. Una vivencia magnifica.
Cosas como que no haga viento tienen muchisimo valor. Aunque la temperatura bordeando estos 2000 metros es fría, el sol algo calienta y dejar caer los ojos sobre la tierra reconforta. Esperamos para reagrupar en la cima, a ya escasos 30 km de volver a Ponferrada, allá abajo. Tenemos a pocos metros los últimos neveros de año en el llano de las ovejas, el enésimo paraje espectacular del día del que no podemos disfrutar del todo por el frío acumulado… y algunos por pensar en el descenso que se nos viene encima.
Portillinos, y todo para abajo. Da algo de miedo albiscar esa vía serpenteante deslizándose por unas montañas que según se acercan a Ponferrada van perdiendo su perfil amenazante. El asfalto sufre, está roto en grandes tramos. Hay grava y hasta agua, y curvas cerradas y tira mucho todo por abajo. Pero se hace, como se ha hecho todo. La bajada nos lleva a Salas, y de ahí a Ponferrada de nuevo.
La Ruta del Socio ha sido todo un éxito, una jornada dura pero deliciosa. Intentaremos hacerla periódica.